sábado, 16 de abril de 2011

2012: o el ocaso como posibilidad.


Otto Dix
La gran mayoría de las cosas que se han escrito sobre el 2012 no son más que conmoción barata. Pero hay algo curioso: si Hollywood y el arsenal comunicacional de gran parte del mundo ve el 2012 como una fecha nociva, del fin de una era o incluso el fin de nosotros, los pecadores, ya es hora de invertir dicha fecha, de no verla como profecía apocalíptica, sino como alternativa de conciencia. El 2012 no pasará nada, nada que no queramos que pase. Así, tenemos que afrontar el 2012 como una fecha que nos da la posibilidad de poner en el debate público mundial el tema de nuestro destino, destino que nosotros edificamos, y, con ello, la problemática de nuestro presente proyectado al futuro. Preguntas como: ¿podemos seguir manteniendo un nivel de vida tremendamente contaminante como el que llevamos en cuanto, por ejemplo, a gasto energético? Si la respuesta es afirmativa, entonces ¿cómo lo hacemos para idear políticas de energías renovables a escala mundial? Si la respuesta es negativa, entonces ¿en qué estamos dispuestos a ceder, qué parte de nuestro bienestar -alienante bienestar capitalista- estamos en condiciones de rechazar para privilegiar al todo, al mundo, antes que a las partes, es decir a los intereses egoístas?

En resumen, lo importante sobre el 2012 es sintetizar, o sea dicho hegelianamente "suprimir conservando": debemos aprovechar que el tema se instauró como una paranoia sobre el fin, para ahora ser capaces de convertir dicha paranoia sobre el ocaso en una racionalidad que ponga límites a la dicotomía excluyente entre avance tecno-científico y resguardo del medio-ambiente. Ante tantas catástrofes reales la fecha ficticia del 2012 nos viene mejor que nunca, pues prepara el ambiente para discutir sobre nuestro propio devenir dándonos la posibilidad de girar hacia un mejor rumbo.