viernes, 18 de junio de 2021

Comentario sobre una cita de Karl Jaspers

 

   
 
 En “La filosofía desde el punto de vista de la existencia” (1949), Karl Jaspers sostiene:

“La palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a sophós. Se trata del amante del conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que estando en posesión del conocimiento se llamaba sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la búsqueda de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía, por frecuentemente que se la traicione en el dogmatismo, esto es, en un saber enunciado en proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir: ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se vuelve en una nueva pregunta.”

Pensemos junto a Jaspers. La finalidad de la filosofía -al contrario de lo que sucede con otras disciplinas- no viene dada de antemano. La filosofía no nos brinda soluciones finales, no nos otorga respuestas concluyentes, no aplana el mundo ni cierra la puerta de nuestra experiencia con una respuesta única. En contraste, la filosofía, antes que dar soluciones, abre preguntas e insinúa una multiplicidad inextinguible de respuestas; respuestas que, incansablemente, vuelven a transformarse en preguntas, como si el pensamiento sólo lograse descansar en su propia actividad. La filosofía no es cosmovisión ni ciencia, pese a que pueda nutrirse de ellas, sino, más bien, sustenta toda visión de mundo y estructura los presupuestos de cualquier ciencia. La filosofía sería búsqueda infinita de la verdad; potencia e impulso, más que poder y posesión; camino y deseo de verdad, antes que comprobación de ésta. En una palabra: la filosofía es sentido.

Por lo anterior, puede decirse que la finalidad de la filosofía, o sea, el objetivo esencial de sí misma, consiste en reflexionar, en dudar y sospechar, en cuestionar todo lo que ha resultado significativo para los seres humanos en distintas épocas y lugares. Así, este objetivo coincide con su método: la reflexión con miras a una verdad, siempre demasiado distante o mayúscula para ser abrazada. En medio de dicha labor de reflexión infinita, la filosofía es capaz de buscar (aunque nunca la encuentre definitivamente) aquella esencia fundamental de todo lo que es: el ser devenido existencia. La filosofía es, quizás, porque existe fuera de sí: nosotros, los humanos, no nos cansamos de realizar(nos) (en la) filosofía.

martes, 1 de junio de 2021

Comentario sobre una cita de "¿Qué es la filosofía?" de Ortega y Gasset

En ¿Qué es la filosofía? (1957), Ortega escribe:

“El mundo exterior no existe sin mí pensarlo, pero el mundo exterior no es mi pensamiento, yo no soy teatro ni mundo –soy frente a este teatro, soy con el mundo-, somos el mundo y yo. Y generalizando, diremos: el mundo no es una realidad subsistente en sí con independencia de mí, sino que es lo que es para mí o ante mí y, por lo pronto, nada más (…) Necesitamos, pues, corregir el punto de partida de la filosofía. El dato radical del Universo no es simplemente: el pensamiento existe o yo pensante existo –sino que si existe el pensamiento existen, ipso facto, yo que pienso y el mundo en que pienso- y existe el uno con el otro, sin posible separación. Pero ni yo soy un ser sustancial ni el mundo tampoco, sino ambos somos en activa correlación: yo soy el que ve el mundo y el mundo es lo visto por mí. Yo soy para el mundo y el mundo es para mí. Si no hay cosas que ver, pensar e imaginar, yo no vería, pensaría o imaginaría –es decir, yo no sería.”

Ortega plantea la íntima e indisoluble relación entre dos polos: el sujeto, entendido como “yo”, y el objeto, entendido como “mundo”. Al contrario de lo que nos invita a creer el sentido común, existe una correlación vital entre el sujeto que piensa algo y lo pensado por este sujeto. En una palabra –tal cual nos enseña la fenomenología- “toda conciencia es conciencia de algo”. Esto significa que no puede haber experiencia subjetiva sin un objeto representado en la interioridad del sujeto, como tampoco podemos constatar la existencia de un objeto material o ideal sin un sujeto que lo intuya, esto es, ante el cual aparezca. De alguna manera, sujeto y objeto son capaces de concederse mutua existencia debido a tal correlación.

Si desplazamos este razonamiento a una dimensión histórica, bien podríamos replicar la famosa frase de Ortega: “yo soy yo y mi circunstancia”. Por cierto, no existe un “yo” separado del mundo ni un mundo separado de los sujetos que le confieren significado: los seres humanos siempre estamos siendo (y no terminamos de ser) en conexión con las circunstancias que nos atraviesan y, al mismo tiempo, gracias a esa subjetividad, siempre afectada, podemos dotar de sentido comprensivo a cualquier circunstancia.