lunes, 9 de mayo de 2022

Hacia el fondo




I

Terminábamos de almorzar. Hacía frío. La estufa parpadeaba desde el viernes de la semana pasada y un olor denso invadía el departamento. Habíamos visto algunas posibilidades de trabajo. De hecho, anotamos los números de un par de supermercados que buscaban cajeros. Llamaríamos ese mismo lunes. No alcanzamos a hacerlo, es cierto, pero te lo agradezco igual. Me ayudaste en ello. Me ayudabas en todo. Te lo agradezco y te agradezco a ti, aunque no le agradezco nada a Dios. Me hubiese gustado brindar ahí mismo. Pero tenías la mirada transparente y cristalina, lamentable y solidaria, similar a la noche anterior, a las semanas anteriores. Me pareció que ibas a llorar. Por eso yo busqué no hacerlo: llené al máximo la cuchara de tallarines para que taponearan mi garganta.

Nos levantamos de la mesa y todo estuvo en orden. El desorden del hogar ya no nos sorprendía. Nunca creímos en la salud mental. Cosas domésticas, igual que el orden del departamento: cosas mundanas. Pero me pediste que lavara la loza acumulada desde el fin de semana. Tú la secarías. Acepté de buen modo y encendí la radio.

II

Dejaste el paño de secado sobre la cocina para contestar tu celular. Respondiste con un monosílabo afirmativo y rápidamente colgaste. No te pregunté quién era. Agradecí que no te extendieras hablando más de la cuenta. Escuchábamos una Sinfonía de Mahler. Lo hacíamos con sagrado silencio, como durante las primeras veces, y como esas primeras veces dijimos que tendría que ser la última vez: Mahler, un Titán caído que no alcanzaría a resucitar. Así tenía que ser. Algo grande estaba por irrumpir. Y seguías ahí, de pie y a mi lado. 

- Perdóname. Son mis padres. Vienen subiendo las escaleras. Ellos me ayudarán a empacar. Quédate aquí. No los saludes, no es necesario. Así será mejor. Lo siento.

Yo también lo (pre)sentía.

III

Estaba a punto de rebalsarse. Un minúsculo hilo de agua seguía cayendo al interior del lavaplatos. La espuma no dejaba ver la loza sumergida. Con mis manos sentí la suave silueta de los vasos mientras avanzaba para extraer los residuos de comida desde el orificio del desagüe. Toqué fondo. Mis uñas se hundieron en una masa informe. Algo sonó, se removió y la altura del agua empezó a descender violentamente. Giré la cabeza hacia el lado. No quise ver la materia viscosa que tenía entre mis dedos antes de tirarla a la bolsa de basura. Mecánicamente repetí la acción una vez más y volví a girar la cabeza hacia el lado. Pero ya no quedaba casi ningún residuo por remover. En un par de segundos el agua estancada desapareció por completo, dejando apreciar la leve agonía de la espuma, los bordes del lavaplatos salpicados de salsa y un revoltijo de tallarines ahorcándose unos a otros. Como las cuerdas de mi garganta.

IV

De ti no supe más y esa imagen fue la última, la peor versión tuya y la peor de todos los insultos y postales que me dejaste. Quizás por eso la recuerdo: porque nada de ti puede ser peor; porque esa tarde tocaste fondo y cualquier cosa que estés haciendo ahora será mejor que lo que hiciste, mejor que quien fuiste aún siendo tú. 

Sin embargo, continúo buscando el sentido absoluto de esa escena. Me empeño en llegar hasta su fondo más profundo para cogerla y agotarla. Sigo recordándola. Intento recorrerla y no solo habitarla. En vano la he forzado a confesar verdades subterráneas de ti y de mí, y también la he invocado para que me conceda el milagro de no haber existido nunca. He vuelto a visitarla innumerables veces y siempre de distintas maneras, maneras que van desde el iluso optimismo de la razón, de aquella razón portadora de promesas saludables y liberadoras, hasta la desesperación del culpable enceguecido por calmar su sed a cualquier precio, incluido el precio de aniquilarse a sí mismo. En realidad nunca he sacado nada recordando, pero sigo aquí: sobreviviendo, ni superándome ni suicidado. Aunque tal vez queriendo no haber nacido: suicidándome noche a noche.

V

En el fondo de todo y de todos siempre hay algo más inmundo, algo no visto y que nunca termina de irse, de mostrarse, de esconderse. Un fondo sin fondo: viscosidad.