sábado, 30 de septiembre de 2017

Sobre Verano Robado, novela de María José Viera-Gallo.


Verano del 2000. Las brasas de cemento traspasan sus hawaianas y le queman las plantas de los pies. Ñuñoa arde. Su madre se ha fugado de lo que quedaba de casa y Livia tiene que encontrar arrendatarios lo más pronto posible. Las vacaciones asfixian. El dinero se hace poco. La comida no es suficiente. Su padre está lejos, extraviado en los laberintos de la melancolía en algún pueblo del norte. Su abuela morirá pronto y Livia no tiene aún las agallas para despedirse de ella. Debería entrar a la Universidad en un par de meses más. Pero no lo hará: no dio la PAA. No tuvo el coraje. O quizás tuvo el coraje de no darla para ir a encerrarse en su tocadiscos imaginario. No importa: como un cachorro de perro abandonado en una esquina cualquiera Livia mira al mundo desde lejos sabiendo que al final, y pese a todo, sobrevivirá.


El futuro se ve incierto y lo cubre una densa nebulosa. El pasado es una colección de recuerdos que dibujan un rompecabezas triste y demasiado doloroso para intentar ser ensamblado. El presente se ahoga en los excesos de una vida que no viene de lado alguno, que no marcha hacia lado alguno. Sin embargo, detrás del cerro de ropa sucia que Livia contempla desde la penumbra de su cama mientras fuma un Apolo rojo, emergen las figuras mentales de tres estrellas que iluminarán incondicionalmente ese verano: la espera, desesperada al comienzo y sin esperanza después, de aquella postal prometida por Álex; la donación casi maternal que la impulsará a resguardar las ilusiones tardo-infantiles de su hermano Dangil; y la angustia subterránea de esa culpa originada en la fiesta de Cuarto Medio con el posterior accidente de su amiga Rocío. Estos tres eventos, que oscilan desde la fuerza repetitiva del trauma (Rocío) hasta la posible redención amorosa (Álex), pasando por la ternura que despierta la frágil figura del desamparo (Dangil), movilizan a Livia de un modo extraño. La movilizan a seguir avanzando en su camino sin horizonte claro, a tantear las estepas de su desolación interior, a transitar con vaivenes la senda hacia una adultez difusa pero cuya trama –y eso Livia siempre lo ha sabido- vale la pena ser vivida más allá de la anticipación de cualquier desenlace.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Sobre el 11 de Septiembre de 1973. Apuntes desde hoy.

El 11 de Septiembre de 1973 funda nuestro Chile contemporáneo. Bajo los gritos de los torturados, bajo el silencio de los desaparecidos, bajo ese “nunca más” como bandera enarbolada por casi todos los miembros de la sociedad actual, se sigue filtrando una violencia tácita y enmascarada, fría, pero no por eso menos cruel. Hoy en día hay un consenso generalizado sobre lo repudiable de los crímenes contra los DDHH perpetrados durante la Dictadura cívico-militar. Pero al mismo tiempo seguimos siendo presas de un sistema político y constitucional degradado y degradante que fue heredado de aquella dictadura y cuya dinámica de acción se basa en la despolitización misma. Seguimos asolados por un modelo neoliberal que bajo el slogan de una mal entendida libertad concentra el poder económico en un puñado de personas enriquecidas gracias a la explotación del pueblo. Seguimos anestiados ante la indiferencia de una sociedad que ha erosionado los pilares del bien común en beneficio de una competitividad e individualismo enfermos. La mayoría de la esfera pública condena con fuerza los atentados contra los DDHH en términos fácticos, cuando se dirigen contra el cuerpo, contra los huesos, contra la sangre, pero no lo hace a la hora de denunciar la violación de los derechos mínimos que impide a los ciudadanos desplegar su buen vivir en una sociedad humana.  


En estos días el 11 de Septiembre nos invita a reflexionar sobre algo más que nuestra disposición a respetar ese “nunca más” conseguido después de tantas luchas en la calle y en tribunales, después de tantas quebraduras de mano a infames pactos de silencio provenientes de nuestras Fuerzas Armadas, después de tanta manipulación de los grandes medios de comunicación, "nunca más" que pudo llegar a consolidarse en materia de DDHH a nivel de opinión pública. La verdadera reflexión contenida en el 11 de Septiembre de hoy -y ya que nos encontramos ad portas de una elección presidencial- versa sobre aquellos valores desvirtuados por los defensores de un sistema económico perverso, sobre las injusticias cotidianas que sufre la ciudadanía a manos de quienes detentan el poder piramidal, sobre la pérdida de derechos sociales y de diálogo simétrico a la hora de intentar soñar un país inclusivo para todos. En fin, si logramos hacer eso, o sea, poner en ejercicio tal reflexión a partir de la imagen aún temblorosa de otro Chile posible, basado en las causas vitales y compromisos que llevaron a la muerte, a la tortura y a la desaparición a tantos compatriotas, ya sería un pequeño y esperanzador triunfo en tiempos donde la dictadura de los negocios y de la productividad económica ha usurpado casi totalmente el terreno deliberativo de la imaginación política.