viernes, 22 de octubre de 2021

Un ejercicio fenomenológico: sensación, afección y volición


"Vista desde el Pont Royal hacia el Pont Solférino" (1933) de Brassaï. 

Ha caído la noche. La luz se ha disipado dejando tras los montes sus últimos estertores. Un bostezo mudo e infinito emerge del horizonte: ya no se deja apreciar el oscilar de los árboles más lejanos, ni la danza de los pájaros. Lo único que distinguimos entre la oscuridad son las diminutas y distantes luces de algún auto que bordea el camino del río. La admiración ante el crepúsculo ha dado paso, casi imperceptible o inexplicablemente, a una creciente inquietud en el seno de la noche. Ahora empezamos un desplazamiento, emprendemos una transposición de los sentidos: debemos ver con los oídos; nos parece que, a falta de la visión, se ha intensificado la preponderancia de los sonidos. Claro, ahí escuchamos el ronco crujir de las ramas quebradizas y, a pesar que no los veamos, las imaginamos. Eso nos tranquiliza un poco, nos otorga cierta sensación de estabilidad: los árboles, aunque ya nadie los pueda ver, siguen allí. Sin embargo, la tranquilidad, en su velo de sutil delgadez, es desgarrada por los pavorosos gritos de los pájaros que avanzan in crecendo. Gritos provenientes de un abismo sin nombre ni presencia. La angustia nos vence: ya no somos seres naturales. Y lo reconocemos con vergüenza. Así que debemos volver a nuestro lugar.  Encendemos la luz. Después buscamos olvidarlo todo y nos disponemos a escribir, a engañarnos.

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Sensación, afección y volición. Esos son los tres niveles de conciencia, encadenados entre sí, que un análisis fenomenológico podría describir en el escrito anterior. En efecto, la sensación correspondería a la presencia perceptiva del paisaje mismo, a la mutación de éste alrededor de los ojos y oídos del narrador testigo. Esta sensación, no obstante, va despertando en el testigo una afección móvil, una afección que se desplaza desde el recuerdo de la admiración crepuscular hacia el progresivo pavor nocturno. Finalmente, la volición consiste en asumir la derrota: el testigo enciende la luz ante una amenaza misteriosa. He ahí su voluntad; y también su cobardía.