lunes, 11 de septiembre de 2017

Sobre el 11 de Septiembre de 1973. Apuntes desde hoy.

El 11 de Septiembre de 1973 funda nuestro Chile contemporáneo. Bajo los gritos de los torturados, bajo el silencio de los desaparecidos, bajo ese “nunca más” como bandera enarbolada por casi todos los miembros de la sociedad actual, se sigue filtrando una violencia tácita y enmascarada, fría, pero no por eso menos cruel. Hoy en día hay un consenso generalizado sobre lo repudiable de los crímenes contra los DDHH perpetrados durante la Dictadura cívico-militar. Pero al mismo tiempo seguimos siendo presas de un sistema político y constitucional degradado y degradante que fue heredado de aquella dictadura y cuya dinámica de acción se basa en la despolitización misma. Seguimos asolados por un modelo neoliberal que bajo el slogan de una mal entendida libertad concentra el poder económico en un puñado de personas enriquecidas gracias a la explotación del pueblo. Seguimos anestiados ante la indiferencia de una sociedad que ha erosionado los pilares del bien común en beneficio de una competitividad e individualismo enfermos. La mayoría de la esfera pública condena con fuerza los atentados contra los DDHH en términos fácticos, cuando se dirigen contra el cuerpo, contra los huesos, contra la sangre, pero no lo hace a la hora de denunciar la violación de los derechos mínimos que impide a los ciudadanos desplegar su buen vivir en una sociedad humana.  


En estos días el 11 de Septiembre nos invita a reflexionar sobre algo más que nuestra disposición a respetar ese “nunca más” conseguido después de tantas luchas en la calle y en tribunales, después de tantas quebraduras de mano a infames pactos de silencio provenientes de nuestras Fuerzas Armadas, después de tanta manipulación de los grandes medios de comunicación, "nunca más" que pudo llegar a consolidarse en materia de DDHH a nivel de opinión pública. La verdadera reflexión contenida en el 11 de Septiembre de hoy -y ya que nos encontramos ad portas de una elección presidencial- versa sobre aquellos valores desvirtuados por los defensores de un sistema económico perverso, sobre las injusticias cotidianas que sufre la ciudadanía a manos de quienes detentan el poder piramidal, sobre la pérdida de derechos sociales y de diálogo simétrico a la hora de intentar soñar un país inclusivo para todos. En fin, si logramos hacer eso, o sea, poner en ejercicio tal reflexión a partir de la imagen aún temblorosa de otro Chile posible, basado en las causas vitales y compromisos que llevaron a la muerte, a la tortura y a la desaparición a tantos compatriotas, ya sería un pequeño y esperanzador triunfo en tiempos donde la dictadura de los negocios y de la productividad económica ha usurpado casi totalmente el terreno deliberativo de la imaginación política.

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