domingo, 28 de mayo de 2017

Sobre Patrimonio Cultural.

Hablar de patrimonio cultural es hablar de herencia. Es referir a aquellos recursos culturales, ya sean materiales o inmateriales, que nos han sido donados a través del tiempo por nuestros antepasados: somos herederos de aquellos objetos y expresiones que albergan la identidad y el espíritu de nuestros ancestros. En torno a la noción patrimonio cultural se congregan costumbres y tradiciones, valores e ideales, productos y procesos de producción, que en su tiempo representaron prácticas cotidianas y visiones de mundo fundamentales para muchas culturas. El actual conocimiento que tenemos de esa herencia nos permite aproximarnos a una comprensión mayor de nosotros mismos en cuanto género humano, a la vez que poner en operación una actitud ética de hermandad cultural.

Así, por ejemplo, las ruinas materiales de un hogar prehispánico o la enseñanza inmaterial de una lengua indígena en riesgo de extinción son bienes culturales que nos ayudan a ampliar la comprensión acerca de aquel pasado vivido por “otros” pero que nos sigue constituyendo hasta ahora, hasta nuestro presente. Y precisamente gracias a la relación que mantenemos con el patrimonio, gracias a la mirada respetuosa que damos al pasado y bajo la cual respira el interés por las formas de vida de esos “otros” hombres y mujeres que lo habitaron, podemos vivenciar la vibración de la idea del “nos-otros”. Aparición de un nuevo “nos-otros” capaz de hacernos sentir integrados a esos “otros” sujetos pasados, pese a todas las diferencias espacio-temporales, en un plano de interés por sus modos de vida y de tolerancia ante su diversidad.  Todo eso significa ser parte del proceso de herencia propia del patrimonio cultural extendido a un plano que junto con resaltar las particularidades identitarias de cada cultura también descansa en una idea universal y totalizadora de humanidad.

Sin embargo, desde el presente no podemos permanecer con la mirada apuntando exclusivamente al pasado para hundirnos en las obras y expresiones que hemos heredado por medio de él y, así, utilizarlas a nuestra propia voluntad tal cual se tratase de una apropiación de un objeto funcional. Eso sería un desplazamiento cosificador, mercantil o ideológico de las obras y expresiones heredadas que bien podría hacerlas correr el riesgo de destruirlas. Como sujetos presentes, que mantenemos una fuerte conciencia sobre la importancia del patrimonio histórico en todos sus niveles, se torna fundamental que también pensemos en las generaciones futuras. Su relevancia radica en rescatar las obras y expresiones del pasado, sino también resguardarlas y conservarlas de cara al porvenir. Somos el pasado del futuro; somos a quienes nuestros herederos intentarán conocer para comprendernos y, con ello, también comprenderse a sí mismos como humanidad. La claridad y el sentido de tal comprensión futura dependerá en gran medida de lo que podamos hacer nosotros, desde este presente, en el ámbito del patrimonio cultural.

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