“La palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a sophós. Se trata del amante del conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que estando en posesión del conocimiento se llamaba sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la búsqueda de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la filosofía, por frecuentemente que se la traicione en el dogmatismo, esto es, en un saber enunciado en proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir: ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se vuelve en una nueva pregunta.”
Pensemos junto a Jaspers. La finalidad de la filosofía -al contrario de lo que sucede con otras disciplinas- no viene dada de antemano. La filosofía no nos brinda soluciones finales, no nos otorga respuestas concluyentes, no aplana el mundo ni cierra la puerta de nuestra experiencia con una respuesta única. En contraste, la filosofía, antes que dar soluciones, abre preguntas e insinúa una multiplicidad inextinguible de respuestas; respuestas que, incansablemente, vuelven a transformarse en preguntas, como si el pensamiento sólo lograse descansar en su propia actividad. La filosofía no es cosmovisión ni ciencia, pese a que pueda nutrirse de ellas, sino, más bien, sustenta toda visión de mundo y estructura los presupuestos de cualquier ciencia. La filosofía sería búsqueda infinita de la verdad; potencia e impulso, más que poder y posesión; camino y deseo de verdad, antes que comprobación de ésta. En una palabra: la filosofía es sentido.
Por lo anterior, puede decirse que la finalidad de la filosofía, o sea, el objetivo esencial de sí misma, consiste en reflexionar, en dudar y sospechar, en cuestionar todo lo que ha resultado significativo para los seres humanos en distintas épocas y lugares. Así, este objetivo coincide con su método: la reflexión con miras a una verdad, siempre demasiado distante o mayúscula para ser abrazada. En medio de dicha labor de reflexión infinita, la filosofía es capaz de buscar (aunque nunca la encuentre definitivamente) aquella esencia fundamental de todo lo que es: el ser devenido existencia. La filosofía es, quizás, porque existe fuera de sí: nosotros, los humanos, no nos cansamos de realizar(nos) (en la) filosofía.