Retrato (dibujo al carboncillo) de la madre de Durero. Hecho dos meses antes de su muerte, por su hijo Alberto.1514
"La muerte es una quimera, pues cuando yo estoy, ella no está; y cuando ella está, yo no."
Epicuro
La muerte es poesía. Es un imaginario. La más desgarradora de las ficciones. Una sombra propia que nunca nos puede dar alcance. Esto suena extraño ya que el adagio popular actualmente es claro, versa sobre la seguridad de que vamos a morir, lo único seguro es la muerte. Así lo creemos todos. Sin embargo, la sentencia de Epicuro sólo cobra sentido de acuerdo a las dicotomías excluyentes de muerte/vida, sueño/vigilia, cuerpo/alma. La muerte no nos afectaría experiencialmente --aquí hay anticipaciones del pensamiento cartesiano-- debido a que el requisito de posibilidad de una afección es la conciencia. En ciertos sectores secularizados de la antigüedad tardía se entendía la muerte como una ausencia de vida, en oposición a la esencia --el ser-- de la vida que se daba en la conciencia. Así nunca se podía llegar a experimentar la muerte como tal. Una persona sin vida no "es" muerta sino que "está" muerta, ya que se supone que no posee los atributos existenciales propios de la comunicación en cuanto afección de los objetos externos sobre su conciencia y expresión de su "yo" en articulación con un "otro", y con miras a un "nosotros": del cadáver ya se ha extinguido su interioridad subjetiva y sólo se presenta como puro objeto físico e inerte. De este modo la muerte nunca nos llega como vivencia inmediata. Lo que entendemos por muerte no se basa en los mismos argumentos de lo que podemos entender por vida. La vida la vivimos como nuestra; la muerte nunca la vivimos. La vida la conocemos experiencialemente; la muerte la intuimos de forma mística a partir de un dolor: "aquí nunca más", eso parecen decir todos los cadáveres cuando aún tienen rostro, en su último estertor de vida. Todo lo que las religiones o esoterismos construyen para acallar el llanto de angustia ante la finitud humana lo hacen asumiendo, pero luego superando, aquella ruptura aguda con la cotidianeidad vital de ese "aquí nunca más". Para hablar de la muerte no tenemos fundamento, porque con la vida dialogamos a cada instante y la muerte no es más que un bostezo enorme y mudo. Bueno, bajo esta postura la muerte nos afectaría períodicamente en cuanto representación: vemos morir a todas las personas, pero jamás sabremos qué significa vivenciar la muerte.
La muerte no nos afecta directamente, sólo vemos el reflejo perpetuo de ese "aquí nunca más" que se extingue. De ahí en adelante que se imaginen lo que quieran: un anodino Paraíso, un Nirvana etéreo, una colmena de harenes y vinos (con ese me quedaría sin pensarlo), una mal disfrazada monotonía kármica...Según Popper ninguno se podría falsear, no se mueven en el modelo contrastante de la lógica investigativa (conocimiento teórico/fenómenos empíricos) por lo cual discutir sobre el más mínimo carácter de verdad científica de cada uno de éstos sería absurdo. Yo no creo tanto en Popper, pero dejémoslo así por hoy. Aunque uno nunca sepa muy bien cuando el agua pueda dejar de ser H2O, cuando las piedras no caigan al momento de soltarlas o los muertos puedan empezar a hablar. Para la madre de Durero decir que la muerte sólo se da cuando no hay vida resultaría gracioso ¿Acaso no se fijan en la garra que desde su interior le transfigura el cuello, mientras que ella, con la mirada desafiante, asume su sino trágico?