martes, 1 de julio de 2008

Pinceladas de Experiencia, Sublimación y Ficción.

"El sueño de la Razón produce Monstruos". Grabado de Goya.1793-1796

"Yo quiero misericordia y no sacrificios"
Profeta Oseas.

Pensé bastante sobre qué iba a escribir en esta ocasión. Sobre la frase que transcribí arriba. Sobre la contingencia noticiosa. Sobre el torneo de ajedrez que jugué. Sobre los libros que estoy leyendo. Sobre el concierto barroco al que acudí hace un par de días y en el cual me encontré con un entrañable amigo y su grácil novia. Sobre aquel instante metaconsciente que se da un par de veces a la semana y en donde le tomamos el peso a la existencia (aunque sólo sea por un par de segundos)... Les cuento un secreto: no sé de qué carajo voy a escribir. Pero reflexionar sobre todo lo que planeaba escribir me sirve justamente para algo: para nada. La escritura nunca ha servido.

Ninguno de los temas que mencioné arriba eran lo suficientemente potentes. La verdad es que ningún tema en este mundo es lo suficientemente potente como para hacer que un proyecto de escritor se concrete, pase de potencia a acto.

Es necesario un trabajo de voluntad transpirativa --no netamente inspirativa...como decía el gordo burgués de Neruda: "las musas aparecen en la corrección"-- para hacer que esos temas que mencioné cobren interés. Para encantarse con el mundo hay que trabajar la realidad hasta ficcionarla. Para llegar a ser artista hay que mentir, y mucho. La realidad, asumida de manera convencional por el sentido común, no es el terreno de los artistas. La realidad de la ciencia lo es menos. La única realidad que puede motivar a la constitución de un artista como tal es la ficción. La buena ficción y su verdad huidiza (la que roza la subjetividad delirante y la regulación de valores objetivizadores). Pues, tal como en El Quijote, la ficción se presenta allí donde la realidad no se basta a sí misma; la ficción viene a reparar los groseros errores de la realidad. En los vacíos que van quedando por las grietas de una realidad siempre fracasada se erige la ficción. Es allí, en los ensueños quijotescos, ya sea a modo de metarrelatos (a pesar que Lyotard los haya enterrado) o en la añoranza y mínimo deseo cotidiano, el campo donde el hombre siempre yace proyectado en perpetua anticipación sobre la realidad, convirtiendo todo encanto sublime del arte en un re-conocerse a través del espejo distorsionante que es la obra. La fusión del sujeto con el objeto, eso es la ficción; allí está el acto re-contemplativo. Así, El Quijote re-conoce en los molinos de viento al "otro" que lo ayuda a ser él, al mismo tiempo que se autocontempla por contraste: en dichos molinos visualiza a los monstruos sin los cuales no podría autoconcebirse como héroe, tanto rescatista de Dulcinea como Hidalgo Caballero defensor de Extremadura. En este caso valdría colgarse de Rimbaud, "yo soy otro". A su vez, en un Concerto Grosso de Haendel imaginamos un pomposo Paraíso sin Dios, la sensación de despertar un día Sábado en un agradable campo soleado: allí actúa el re-conocimiento por un deseo escapista de retorno a la infancia. La gracia del arte y la experiencia estética es re-conocerse como algo nuevo que habitaba latente ese "yo" a modo de potencialidad y que el objeto artístico ha transformado en acto imaginativo y emocional: en cada arrobamiento hay una actualización del "yo". Ante la experiencia estética nacemos sin que para ello antes deba morir una parte nuestra, nos transformamos en agua brotando de una pileta, siempre nuevos a pesar de ser los mismos.
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Ciencias Duras
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La mera realidad de la ciencia normal (léase la ciencia comúnmente entendida, o como un grupo de científicos recalcitrantes han querido que la entendamos) carece de ese leitmotiv creativo. Esto se da debido a que se rige por métodos que cumplen la función de conocer las leyes que gobiernan los fenómenos de un mundo presuntamente objetivo, mundo estudiado desde un lugar supuestamente imparcial y cuyas teorías tienden a generalizarse de forma impositiva y absurdamente universal. Crítica que hacía Feyerabend a los defensores del simplismo cientificista anteriormente señalado: separaban drásticamente las artes de la ciencia al no admitir la fuerza de lo que él acuñó como "principio contrainductivo", anarquismo metodológico (aunque él se consideraba dadaísta) y la anti-regla del "todo sirve".
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Ficción y Enfermedad
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Miren! Al final escribí algo! Aunque sea un análisis barato sobre experiencias aún más baratas. Lo importante es que sentándose a hilvanar letras siempre se descubre un chispazo en aquella sombra que parecía agotada. Alguno me dirá que la ficción no supera a la realidad...Tal vez sea así, no sé...Pero no le podemos negar su propiedad terapéutica: la ficción si no llega a sanar a la realidad por lo menos sí la hace vivible para nosotros, los enfermos.

2 comentarios:

isolani dijo...

Muy bien, lograste escribir sin idea de qué escribir un montón de frases que intermezclan bien, como hilos de seda de la capa real de uno que sí sabe bien escribir.

silvakov dijo...

La realidad es una ficcion.
pero sus palabras son muy palpables...