domingo, 12 de julio de 2020

Sobre la clase media


Abordada desde una perspectiva histórica, la actual discusión acerca del difuso estatus social de la clase media cuenta con algunos matices. Si nos remontamos a la segunda mitad del siglo XX –más aun considerando la obra de los gobiernos radicales- bien podríamos asociar a la clase media con un estrato social nacido a la luz del aparato público y sus instituciones, caracterizado por valores entre liberales y medianamente conservadores, sustentado y proyectado a partir del ideal de la Universidad laica y afín con una manera republicana de concebir los modos de organización política. Esa clase media, sólida, estable, autónoma y segura de sí misma, hoy no existe.


El neoliberalismo instalado por los Chicago Boys y profundizado durante la postdictadura concertacionista, generó mayores cifras de crecimiento económico a nivel país, cosa que -como se sabe- no se tradujo en redistribución económica. En dicho contexto, la clase media pudo acceder a la bendición del consumo, principalmente a través del endeudamiento, con lo cual erosionó sus otrora valores identitarios, cayendo presa de fenómenos que van desde la precariedad laboral hasta las ilusiones del emprendimiento, desde una inseguridad vital y cotidiana hasta su atomización en un individualismo competitivista. De ahí que no resulte extraño el rol aspiracional ocupado por la idea de éxito transformada en un valor, o que la educación se conciba en función de la certificación laboral que permita el desarrollo existencia en la esfera privada y que la libertad se ejerza en el consumo libremercadista antes que en la expresión cultural o producción intelectual con miras a lo público.


Lo que tenemos hoy -como han dicho desde la Fundación Sol- son sectores medios precarizados que no comparten una visión de mundo en común. Muchos de estos sectores se hallan en constante riesgo de caer a niveles de ingresos bajo la línea de la pobreza. De más está decir que en un país como el nuestro, donde los servicios básicos se encuentran privatizados y hay que pagar por ellos, mientras la protección estatal y comunitaria es casi nula, los ingresos no pueden constituir un indicador válido a la hora de medir la posición (socio)económica que ostenta un sector de la población. Dicho coloquialmente: cuando la vida es tan cara como en Chile, donde hay que pagar por servicios básicos, por salud y por educación para que éstas sean de una mínima calidad, la plata se nos esfuma de los bolsillo antes de ingresar en ellos. Prueba de esto es que casi ningún sector medio puede ahorrar, ya que la mayoría yace enormemente endeudado.


Todo lo anterior rige  para esa amplia masa informe que, difusamente, aspira a ser clase media. Salvo, eso sí, para Piñera y Don Francisco, quienes pese a declararse parte de la clase media-alta, revelan su “alto” complejo de “abajismo”. Pues bien, pueden seguir dirigiendo el show desde arriba, a ver cuánto más les dura.

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