A pesar del sufrimiento jamás intentó olvidar aquellos días. Sin embargo los olvidó. Ella los olvidó. Sí. Pero el cuerpo siempre recuerda: todavía tenía la mordida de aquel beso, esa aureola rosa que invitaba a los hombres a otra galaxia, aureola rosa que servía de testimonio de sus días más negros, cicatriz y última ráfaga de un placer maldito. Fue el único modo de resistir que tuvo: olvidar hasta su propio olvido, olvidar las huellas de su cuerpo, olvidar y olvidarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario