martes, 8 de febrero de 2011

Fragmentos.

Respondió que sí, que siempre había sido el mismo: él mismo. Así se relajó. Miró por la ventana del tren los parajes de su infancia, el frondoso árbol que papá lo llevó a conocer cuando era pequeño, el frágil riachuelo que todavía estaba allí, deseoso de mojarle sus pies. Entonces algo lo incomodó: comprendió que ser el mismo de la infancia significaba ser otro que el de ahora. Y se prometió nunca más tomar ese tren.

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