jueves, 26 de diciembre de 2013

Sobre la religión.


Si bien nunca le he conferido un rol determinante a la etimología en lo concerniente al análisis filosófico me parece, no obstante, que al momento de establecer una lectura capaz de retratar la experiencia religiosa en el concepto religioso, es decir de sedimentar las vivencias en un plano trascendente a las vivencias mismas, logrando así develar lo universal presentado en eventos particulares, la visión etimológica puede ser bastante ilustrativa. En efecto, la palabra religión posee, a lo menos, dos nociones a modo de raíces. Una de ella la vincula con el "religar" (volver a unir) y otra con el "relegarse" (dejarse a sí mismo en segundo plano).


La primera noción, el religar, presupone que la religión viene a unir algo que yace desgarrado. De esta manera podemos asociar dicha fragmentación inicial al plano de los fenómenos: la religión es la aspiración a la Unidad, el deseo de totalización de los fenómenos dados en forma siempre dispersa, mundana, contingente. Dicha unificación sólo es posible gracias al establecimiento de un sistema teológico (o filosófico) en el cual las partes se armonicen en un todo coherente. Los fenómenos aislados, así, sólo adquirirán sentido al momento de introducirse en un conjunto que los dote de significación trascendentes a sí mismos. Estamos perdidos entre las cosas y la religión es la promesa de Dios que otorga a esas cosas (mi cama, el aire que penetra por la ventana, el dulce aliento de los pájaros que se oye desde los árboles) un sentido que va más allá de su finitud, un plan divino de significación inserto en un nuevo horizonte.

En contraste, si el religar es una aspiración a salir de sí mismo con tal de trascender los límites de la propia empiricidad para apuntar al ámbito del sentido metafísico, el relegarse corresponde en escuchar antes que al hablar, en contener el deseo, en dejarse tomar por una divinidad que impone preceptos morales modeladores de la voluntad. Es lo que Nietzsche detectó como la aniquilación de la voluntad; o en lo que Marx vio un peligro en tanto discurso alienante y castrador del proceso revolucionario. Este acto de sumisión es constitutivo de la religión.


Finalmente concluimos que si el religar está vinculado con un sentido metafísico, el relegarse es claramente ético. De esta manera la religión representa un discurso que intenta restablecer la articulación de las distintas esferas de la modernidad (lo ético, lo estético y lo epistémico) con un núcleo común en Dios.

No hay comentarios: