Si bien nunca le he conferido un
rol determinante a la etimología en lo concerniente al análisis filosófico me
parece, no obstante, que al momento de establecer una lectura capaz de retratar
la experiencia religiosa en el concepto religioso, es decir de sedimentar las
vivencias en un plano trascendente a las vivencias mismas, logrando así develar
lo universal presentado en eventos particulares, la visión etimológica puede
ser bastante ilustrativa. En efecto, la palabra religión posee, a lo menos, dos
nociones a modo de raíces. Una de ella la vincula con el "religar"
(volver a unir) y otra con el "relegarse" (dejarse a sí mismo en
segundo plano).
La primera noción, el religar,
presupone que la religión viene a unir algo que yace desgarrado. De esta manera
podemos asociar dicha fragmentación inicial al plano de los fenómenos: la
religión es la aspiración a la Unidad, el deseo de totalización de los fenómenos
dados en forma siempre dispersa, mundana, contingente. Dicha unificación sólo
es posible gracias al establecimiento de un sistema teológico (o filosófico) en
el cual las partes se armonicen en un todo coherente. Los fenómenos aislados,
así, sólo adquirirán sentido al momento de introducirse en un conjunto que los
dote de significación trascendentes a sí mismos. Estamos perdidos entre las
cosas y la religión es la promesa de Dios que otorga a esas cosas (mi cama, el
aire que penetra por la ventana, el dulce aliento de los pájaros que se oye
desde los árboles) un sentido que va más allá de su finitud, un plan divino de
significación inserto en un nuevo horizonte.
En contraste, si el religar es
una aspiración a salir de sí mismo con tal de trascender los límites de la
propia empiricidad para apuntar al ámbito del sentido metafísico, el relegarse
corresponde en escuchar antes que al hablar, en contener el deseo, en dejarse
tomar por una divinidad que impone preceptos morales modeladores de la voluntad.
Es lo que Nietzsche detectó como la aniquilación de la voluntad; o en lo que
Marx vio un peligro en tanto discurso alienante y castrador del proceso
revolucionario. Este acto de sumisión es constitutivo de la religión.
Finalmente concluimos que si el religar
está vinculado con un sentido metafísico, el relegarse es claramente ético. De
esta manera la religión representa un discurso que intenta restablecer la
articulación de las distintas esferas de la modernidad (lo ético, lo estético y
lo epistémico) con un núcleo común en Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario