"Las señoritas de Avignon" (1907) de Picasso. |
La supresión de la perspectiva
que realiza el cubismo es plenamente dinámica, ya que pone en ejecución la
noción del tiempo como posibilidad de
recorrer el objeto representado por sus múltiples caras.
Lo que caracteriza al cubismo es
realizar una operación pictórica de desplazamiento visual a partir del observador. Este desplazamiento
consiste en que ya no jueguen un rol determinante dentro del lienzo los
factores convencionales de la pintura moderna en lo que al espacio respecta, esto es, los principios de la extensión y la perspectiva. En efecto, el cubismo
pondrá de relieve un elemento esencial al cual se someterá el espacio: el
tiempo. Dicho de manera más gráfica, en "Las señoritas de Avignon" (cuadro, por
cierto, protocubista) de Picasso ya late tenuemente la utilización de la dimensión temporal: el
artista posee la capacidad de dominar el tiempo y gracias a ello captura
elementos del mundo, del motivo al que representa la tela, como quien rodea una
escultura por todos sus ángulos para llevar luego al lienzo bidimensional lo que su mirada
recogió. Es justamente ese factor, el del dominio del tiempo en tanto prisma móvil
que permite inspeccionar el objeto representado a través de sus ángulos seleccionados, el que se torna central dentro
de dicho movimiento de vanguardia, desplazando con ello al espacio a un rol ya
no hegemónico, sino dependiente y subordinado de una acción temporal tácita.
Así, la falta de perspectiva en
el cubismo yace relacionada con la conquista de la temporalidad por parte del
artista, quien se concibe capaz de abordar su obra pictórica recorriendo el objeto que representará
-debido a esa extraña manera de plasmar “lo escultural” en la propia tela- antes que la adherencia mimética al instante fotográfico de la representación misma.
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