"Virgen con el Niño y seis ángeles" (1500, aprox.) de Sandro Botticelli. |
La técnica de Botticelli es
prodigiosa. Sin embargo, y al contrario de otros grandes maestros del
Renacimiento, el énfasis de su pincelada no está puesta al servicio de la aprehensión
visual que se desprende de las sinuosidades cromáticas de una escena
determinada –como sería el caso de Leonardo con su sfumato-, sino en la narración simbólica de la historia, en la
develación de un relato subyacente capaz de unificar todas las partes de la obra
gracias a la intensidad y homogeneidad de los colores y a la estricta delimitación
de las líneas.
¿Qué es lo que nos narra
Botticelli en su “Virgen con el niño y seis ángeles”? En una primera instancia
resulta bastante evidente: nos narra la historia de la futura Pasión de Cristo.
Por ello, los cuatro ángeles más cercanos a nosotros, los cuales rodean las
zonas laterales de la estructura piramidal compuesta por la Virgen y el Niño, levantan
sobre sus manos los elementos que marcarán la muerte carnal de Cristo. Allí están
desde la flecha que se incrustará en su costado hasta la corona de espinas con
la que se intentará avergonzarlo, pasando también por la esponja remojada en
vinagre y por los tres clavos de la cruz. Todos estos vendrían siendo los
elementos propiamente mundanos que marcarán la Pasión de Cristo en tanto instrumentos
de tortura.
¿Pero qué acción llevan a cabo
los dos ángeles que yacen en la cúspide del triángulo? Ellos nos abren la
escena de la ternura divina existente entre la Virgen y el Niño, la cual se
encuentra determinada por la expresión de majestuosidad que representa la
corona. Así, esos dos ángeles nos están dando a conocer un aspecto atemporal:
abren las cortinas en señal de apertura y desocultamiento de lo divino. De lo
divino de toda la escena. De lo divino en cuanto eterno y profético: la Virgen,
el Niño y su camino venidero se alzan como estando allí, detrás del telón,
desde siempre.
Si lo que caracteriza, como ya
dijimos, el arte de Botticelli en general es su notable facultad narrativa,
esto es, su utilización simbólica de los elementos puestos a disposición de una
historia digna de ser desplegada en el tiempo, entonces bien podemos afirmar
que en “Virgen con el niño y seis ángeles” su arte, el sentido profundo de lo
representado no hace más que referir a la narración entendida como profecía.
En efecto, la profecía se
distingue del pronóstico por el carácter adviniente de la primera en
contraposición al tono escalonado del segundo: la profecía emana desde el
futuro y se dirige inexorablemente hacia nosotros; el pronóstico proviene
desde el más acá, desde el aquí y el ahora para ir consumándose gradualmente,
paso a paso. Esto, en síntesis y aplicado a la obra de Botticelli, quiere decir
que el oleo posee como fundamento significativo la conjugación de lo eterno propio
del contenido de la profecía con lo temporal de su narración a nivel formal. Por
ello será justamente el tiempo en su doble dimensión, como sucesión de acciones
narradas, por un lado, y como anulación de sí mismo con miras a la eternidad,
por otro, lo que se ponga en tensión a través de esta obra.
Así, antes de ser una expresión
pietista de la Pasión de Cristo, pietismo en el cual el cuerpo y la sangre
cobrarían un rol de piedad relevante, esta obra representa la sublimación apolínea
de lo que simboliza dicha misma Pasión a niveles de contenido y forma: la amalgama
perfecta entre la dimensión de lo eterno en tanto profecía adviniente y los
modos mundanos de acceso a aquella profecía, esto es, la estructura narrativa
de la temporalidad.
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