1.- Las ideas de Marx y Engels
Visto desde un
prisma sencillo, lo que Marx y Engels expresan en buena parte de sus obras
filosóficas consiste en el sentido de la Historia. En efecto, para ellos la Historia
de la Humanidad se desenvolvería por medio de una ley compuesta de una esfera
de carácter material o económico (base o infraestructura) que contaría con la
virtud de determinar a otra esfera, la de los valores éticos, estéticos, religiosos,
(superestructura) visiblemente constatables dentro de una sociedad. Dicho
esquema ejercería la función de telón de fondo inamovible que, a través de
diversas épocas históricas y en dependencia de la constante tensión manifestada
por la respectiva lucha de clases, adquiriría nuevas figuras a causa de las
distintas relaciones de producción material en las diversas sociedades.
Así, la dinámica
superficial de los sucesos históricos descansaría sobre una fuerza profunda
capaz no sólo de explicar el movimiento dialéctico y superatorio de la realidad
social, sino también de vaticinar una finalidad última de este movimiento: un telos o lugar de realización donde culminaría
y se consumaría el sentido absoluto de dicho movimiento. Este telos representaría para el marxismo un
estado histórico-social donde se lograría la supresión de las clases sociales e,
incluso, la abolición del estado. Pero para alcanzar dicho telos sería indispensable transitar algunos pasos previos: los
pasos marcados por la agudización de los conflictos entre las clases sociales,
todo con el fin de lograr la liberación de las clases oprimidas a manos del
giro dado por la revolución.
En la época moderna
esa lucha de clases se explicitaría a partir del conflicto entre la burguesía y
el proletariado. Es un dato evidente que la burguesía cuenta con el control sobre
los medios de producción mientras que el proletariado se ve explotado en tanto mera
fuerza de trabajo posibilitadora de la acumulación de capital por parte de la
primera. Según Marx y Engels el capital es acumulado por la minoría burguesa al
mismo tiempo que la mayoría proletaria sobreviviría en condiciones materiales miserables.
Sin embargo, el éxito del sistema de producción capitalista traería aparejada
la amenaza de su propio fracaso: mientras más acentuadas fuesen las distancias económicas
entre estas dos clases sociales, más próxima estaría la toma de conciencia-de-sí
y para-sí del proletariado que permita la sublevación social en aras de la
revolución.
De esta manera, se
vuelve imprescindible que para concretar la revolución, además de estar dadas
las condiciones sociales, la clase trabajadora cobre conciencia de su
explotación y sea capaz de organizarse de un modo tal que le permita coincidir
con el curso de la Historia, curso orientado hacia la abolición de las clases
sociales como telos final.
Gran parte de
esa conciencia de clase y organización política se dio en la Revolución Rusa,
principalmente gracias a la labor de Lenin, quien aprovechó las circunstancias específicas para llevar a la práctica las ideas marxistas.
Por ello quizás
la Revolución de Octubre de 1917 fue un hito histórico que aterrorizó a los
capitalistas de todo el mundo. Porque vieron en dicho acontecimiento el primer
gesto de una encarnación que amenazaba con volver real el peor de sus terrores:
la encarnación de la profecía marxistas en pronóstico leninista. El fantasma
que hacía unas décadas recorría Europa empezaba a cobrar cuerpo.
2.- Condiciones propicias para la Revolución
La Revolución
Rusa consistió de dos etapas, ambas originadas en el año 1917. La primera de ellas
fue la Revolución de Febrero, y la segunda, donde triunfa definitivamente la Revolución Rusa, fue la Revolución de Octubre. A
continuación repasaremos cada una de ellas y cómo se fueron gestando
paulatinamente las condiciones para que se consumara la Revolución Rusa.
Revolución de Febrero
Hacia comienzos
del año 1917 el Zar ejercía su cargo de modo casi totalmente autoritario si no
fuera por la función del Parlamento (Duma). Sin embargo este Parlamento, en
teoría representativo del pueblo ruso, en términos concretos no hacía más que consentir
con las políticas zaristas tendientes a favorecer a la burguesía y a la
nobleza, con sus consecuentes acciones de acumulación de capital gracias a la
explotación popular.
En términos
económicos, a comienzos del Siglo XX Rusia seguía siendo una nación que contaba
con grandes extensiones de tierras y que basaba su producción mayoritariamente en
lo agrícola. Lo rural prevalecía por sobre lo urbano, pero la economía agraria
no contaba con el suficiente desarrollo para ser distribuida de modo equitativo
dentro del Imperio. Rusia veía cómo Europa progresaba industrialmente mientras ella
permanecía estancada dependiendo casi de modo exclusivo de los recursos provenientes
de aquella producción agrícola. Además, los beneficios de esta producción iban
a parar a manos de la burguesía terrateniente y de la nobleza que conformaban
un mínimo de la población. La inmensa mayoría del pueblo se encontraba sometida
a la pobreza. Quienes conformaban aquel pueblo no sólo eran campesinos, sino también
un grupo menor de obreros, sometidos a altos niveles de explotación, además de
profesionales de variadas áreas caídos bajo la desgracia inherente de un
sistema burocrático decadente.
Todo este clima
de inequidad económica llevaba afectando la capa social del Imperio Ruso por décadas,
siendo uno de los factores gatillantes de la Revolución de Febrero.
Junto a lo
anterior, también vale consignar otro fenómeno que creó las condiciones aptas
para que el pueblo ruso se sublevara ante la autoridad y el Zar se viese
obligado a abdicar. Esto ya no se trató de un problema económico interno del
Imperio Ruso, sino de un contexto internacional en el cual el Imperio era
protagonista: la I Guerra Mundial. En efecto, Rusia se encontraba enfrentada
contra las Potencias Centrales, conformadas por Italia, Austria-Hungría y
Alemania, en cuya lucha cayeron una alta cantidad de hombres, sufriendo grandes
pérdidas morales, económicas y territoriales. Como afirma Hobsbawn: “Rusia, madura para la revolución
social, cansada de la guerra y al borde de la derrota, fue el primero de los
regímenes de Europa central y oriental que se hundió bajo el peso de la primera
guerra mundial. La explosión se esperaba, aunque nadie pudiera predecir en qué
momento se produciría.”
Ante el desgaste
de la economía que implicó participar en la Guerra, sumado al constante
autoritarismo político ejercido por el Zar Nicolás II, el pueblo ruso
reaccionó. Fue así como en las calles de Petrogrado (hoy San Petersburgo) se
forjó la Revolución de Febrero. Miles de personas protestaron y lucharon contra
los soldados del ejército del Zar durante cerca de una semana. Después de varios
días de sangrienta masacre, paulatinamente los soldados zaristas solidarizaron
con las demandas del pueblo: el derrocamiento del Zar y la abolición de la
monarquía. De esta manera, la Revolución de Febrero se concretó dando paso a la
emergencia de un gobierno de transición de índole Republicano que estuvo dirigido
por el menchevique Alexander Kerensky.
La elección de
Kerensky la realizaron los soviets o agrupaciones de trabajadores y campesinos
rusos, quienes expresaban su voto por medio de asambleas. De ahí que el
principal aporte de la Revolución de Febrero haya sido, junto con obligar a la
abdicación del Zar Nicolás II, promover la participación directa e inmediata de
los trabajadores en las elecciones.
Revolución de Octubre
El espectro
político de la izquierda rusa se dividía en dos grandes grupos, los
mencheviques y los bolcheviques. Los primeros contaban con ideas
socialdemócratas más bien moderadas y pretendían desarrollar un socialismo
estable intentando instaurar en forma efectiva la separación entre los tres
poderes del Estado. A su vez, los bolcheviques correspondían al ala más radical
de la izquierda y, apoyándose en ideas apegadas a los textos de Marx, buscaban
implementar un giro económico, político y social de índole radical. Lenin,
quien logró captar el descontento popular ante las políticas blandas de
Kerensky, fue el líder más emblemático de los bolcheviques.
En efecto, los
pocos meses en que gobernó Kerensky no cumplieron con las expectativas
generadas por la caída del Zar. Principalmente esto se dio ya que Kerensky
continuó con la presencia de Rusia en la Guerra y también porque no realizó
ninguna reforma importante que favoreciera a la clase proletaria. En un
aparente movimiento gatopardista, había cambiado sólo la superficie política,
el maquillaje del rostro ruso, pero se mantenían las capas profundas de sus
estructuras económicas e intereses internacionales.
Lenin,
aprovechando esta situación de malestar popular, propuso cambios de raíz. Entre
ellos destacaba el materializar una reforma económica extrema: la de
confiscación de tierras en el ámbito agrario como de expropiación de fábricas
en las urbes para ser entregadas a sus trabajadores. Los beneficios extraídos
de tales reformas económicas serían destinados a la clase popular primero y
después al Estado. En cuanto a la representación política, Lenin pasó a otorgarles
el poder de decisiones a los soviets a través de comités participativos. Finalmente,
en el ámbito internacional, pactó un acuerdo para retirarse de la I Guerra
Mundial.
La Revolución de
Octubre fue considerablemente menos sangrienta que la de Febrero y contó con
gran participación de obreros, campesinos, profesionales y soldados. Esto evidencia
que las condiciones para que consumara aquel acontecimiento revolucionario
venían gestándose de antemano, como también que Lenin fue capaz de leer con
destreza el momento político preciso para cosechar sus esfuerzos anteriormente
sembrados. Así, más que aportar interpretaciones en el plano propiamente filosófico
a la causa proletaria, el talento de Lenin residió en contribuir a las
estrategias de aplicabilidad política de las ideas marxistas en una fase
incipiente: desplegar la praxis marxista en tanto dimensión articuladora de la
teoría revolucionaria y de su traducibilidad a prácticas revolucionarias.
3.- Conclusión
Para lograr concretar la Revolución Rusa tuvieron que confluir una serie
de condiciones sociales, políticas y económicas. Entre ellas cabe destacar el
sólido material teórico-filosófico que la respaldaba a partir de las obras de
Marx y Engels, las cuales fueron leídas por Lenin y por muchos de los políticos
bolcheviques, y que cimentaron el alzamiento del proceso revolucionario. Paralelamente
a esto, y aún más importante, fue la condición social marcada por el malestar insoportable
del pueblo ruso, el cual, sometido durante décadas a humillaciones políticas e
inequidades económicas, hizo que cobraran conciencia de pertenencia a su clase
social proletaria. Finalmente, no se puede obviar la condición externa de la I
Guerra Mundial que junto con promover el declive del espíritu imperial-zarista por
medio de las derrotas en el campo de batalla, agudizó aún más la precariedad de
la economía rusa y puso en crisis la moral del Imperio.
La profundidad y solidez de la Revolución Rusa se fundamentó en haber estado
gobernada por ideas marxistas. Estas ideas marxistas no sólo portaron la ilusión
“escatológica” de un telos utópico
(la supresión de las clases sociales y el control comunitario sobre los medios
de producción) que en un inicio esperanzó a miles de líderes impulsándolos a la
acción en beneficio del pueblo, sino que -y más allá de los cuestionamientos a
la mecánica de una supuesta ley economicista escondida bajo la superficie de la
Historia- tales ideas fueron capaces de encarnarse en el plano de su aplicabilidad
estratégica, de su política. De ahí la importancia de Lenin, líder que logró
desplegar sus dotes, con pericia y valor, en el campo de la praxis pudiendo conjugar,
así, el dominio de la teoría revolucionaria con el de la práctica revolucionaria.
Por otro lado, e independientemente de lo sucedido al interior de la URSS
durante los más de 70 años siguientes a la Revolución de Octubre antes de la caída del Muro, la irrupción
y la fuerza expansiva de ésta marcó en gran medida el acaecer internacional del Siglo
XX. Esto se dio gracias al nivel de expectativas que ella trajo consigo,
principalmente para las clases explotadas pertenecientes a países tercer
mundistas y a regiones colonizadas, como también por el nivel de rechazo
reaccionario que suscitó entre la burguesía capitalista debido a las amenazas
de replicarse en otras latitudes.
A 100 años de la
Revolución Rusa bien valdría la pena retornar a los orígenes de ésta. Leer a
Marx y a Lenin; leer sobre Marx y Lenin. No tanto para apreciar la Revolución con
la distancia estática e impracticable de una pieza de museo, sino para aprender
a identificar y a construir las condiciones propicias que demanden la fuerza incontrarrestable
del espíritu revolucionario.
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