En Pensamientos (1669), Blas Pascal escribía:
“Cuando considero la pequeña duración de mi vida, absorbida en la eternidad que le precede y que le sigue, el pequeño espacio que lleno y aun el que veo, abismado en la infinita inmensidad de los espacios que ignoro y me ignoran, me espanto y me asombro de verme aquí y no ahí, ahora y no entonces. ¿Quién me ha puesto? ¿Por orden y conducta de quién este lugar y este tiempo han sido destinados para mí? (…) El silencio eterno de estos espacios me espanta.”
En la cita anterior, Blas Pascal -matemático y filósofo francés del siglo XVII- manifiesta una profunda angustia ante la desolación y caos que (in)gobernaría el Universo. Su incertidumbre es radical; y la inaccesibilidad a una respuesta que dirima acerca del sentido o sinsentido de la existencia, amplifica tal incertidumbre. Por lo mismo, nos habla de espacios vacíos y de posibilidades casuales pero no causales (posibilidades que no son producto de ninguna Voluntad Divina ni forman parte de ningún propósito superior).
Así, Pascal ha pasado a la historia de filosofía por representar al “creyente desesperado”: aquel ser humano que, angustiado ante el terror del vacío que resuena tras los descubrimientos de la ciencia y la astronomía moderna, desea creer en Dios como un sedante, un último consuelo, un calmante, que venga a restituir parte del sentido, aunque sea a modo de esperanza. De ahí que el sentido en Pascal sea doblemente sentido, esto es, que se trate de un “sentido sentido”, un sentido metafísico cuyo (sin) sentido se juegue también sensiblemente, implicando todas las dimensiones del ser humano. Con Pascal las pasiones y los afectos, principalmente aquellos relacionados con la angustia, deseos y carencias, se hacen objeto y carne de reflexión filosófica.
1 comentario:
Su pregunta encierra un tonto error de lógica, porque esa misma pregunta podría plantearla aunque estuviera en cualquier otro lugar.
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