En el artículo “Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?”, aparecido en un períodico de Berlín el año 1784, Kant escribe lo siguiente:
“La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en su falta de inteligencia, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he ahí el lema de la ilustración. La pereza y la cobardía son la causa de que una tan grande parte de los hombres continúe a gusto en su estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo la Naturaleza los liberó de ajena tutela (Naturaliter majorennes); también lo son de que se haga tan fácil para otro erigirse en tutores. Es tan cómodo no estar emancipado. Tengo a mi disposición un libro que me presta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me prescribe las dietas, etc., etc., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar, no me hace falta pensar: ya habrá otro que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea.”
Para Kant, lo que define a la Ilustración es la entrada en la mayoría de edad de la humanidad. En este sentido, realiza una valoración fundamental de la autonomía, o sea, de la capacidad de cada sujeto para reflexionar críticamente y por sí mismo. La autonomía, como potencia facultativa, debe ser ejecutada en un acto; de ahí su uso práctico. Poner en ejercicio este acto implica repensar las costumbres y los sentidos comunes heredados de la tradición, así como cuestionar las supersticiones religiosas. En una palabra, Kant destaca la fuerza de la razón como motivo esencial de la Ilustración, así como el destino de toda (filosofía de) la historia: la razón sería aquella luz destinada a depositarse, progresivamente, sobre los rincones aún sombríos del mundo y de la conciencia humana. Y sólo gracias a la virtud irradiada por dicha luz podríamos estar en condiciones de ver lo que antes confundíamos o desconocíamos.
Desde una posición crítica –siguiendo la misma noción kantiana: aprender filosofía consiste en aprender a filosofar-, podríamos decir que en el artículo anterior existen, al menos, dos supuestos que deben ser tematizados. Primero, el del adultocentrismo, que otorga una primacía desproporcionada a la facultad racional por sobre otras dimensiones que integran al ser humano. Segundo, el de la individualidad, donde, justamente por concebir la razón en cuanto facultad antes que como un proceso sociocultural en constante construcción existencial, Kant posicionaría al sujeto individual (sostenido en su base trascendental, antes que empírica) como pilar constitutivo de toda la sociedad. La historia de la humanidad, para Kant, sería la historia de la razón.
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