Las preguntas filosóficas corresponden a una clase especial de cuestionamientos, particularmente, a aquellos que se alojan en las raíces que sustentan una determinada afirmación.
Si, siguiendo a Aristóteles, el filosofar (la genuina filosofía) se caracterizaría por: 1) abordar temas desde una perspectiva general (panorámica) y 2) por ser un ejercicio que tiene por principio conductor a la experiencia del asombro (un acontecimiento), entonces habría problemas que, cumpliendo con estas condiciones, serían, de por sí, propiamente filosóficos. Revalorar el sentido de la existencia, conmovernos de angustia ante la muerte, replantearnos la encrucijada entre libertad y determinismo o intentar vivir una ética más allá del imperativo del deber, entre otros, son problemas desde los cuales florece una perenne variabilidad de preguntas.
En todos esos problemas se juegan inquietudes radicales. Las preguntas que portan y las respuestas (nunca soluciones) que les damos varían en distintos tiempos y espacios, siendo lo único permanente (y universal) la vibración, ardiente e inagotable, que palpita en todo ser humano, al menos una vez en su vida, al contemplar los abismos que se abren bajo ellas.
Por otra parte, en toda pregunta se aloja una semilla de pensamiento filosófico. Cuando realizamos la tarea de cuestionar lo que nos parece más obvio, irrumpe el asombro. Así, vemos con cierta extrañeza nuestra imagen frente al espejo; nos angustiarnos a causa de esa muerte que vemos en los noticieros pero la cual, pese a ser lo más seguro, tal vez no podremos mirar a los ojos cuando venga por nosotros; nos admiramos ante la grandeza humana expresada en el perdón solicitado y otorgado por los amigos; nos ensombrecemos y disminuimos, como un manantial a punto de secarse, ante el rechazo de la mujer que deseamos.
En todas esas experiencias personales también se abre un camino para sintonizar con un modo de sentir y pensar, una tonalidad anímica, que permita la radicalización de la reflexión.
Hay preguntas que, de suyo, dan cuenta de problemas filosóficos; pero en toda pregunta reside la promesa de un filosofar.
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