lunes, 21 de marzo de 2022

Dictado moral (Historia Moderna)

Foto de William Eugene Smith

¡Hey, usted! Sí, usted, el adulto bien informado, el televidente que -durante horas y horas cada día- se emociona a partir de los padecimientos del pueblo ucraniano (el proeuropeo, no el del Donbás) narrados por valientes periodistas in situ. Usted, que los días domingos, en medio del almuerzo familiar y habiendo concurrido o no a misa, comparte su preocupación sobre el inicio de una nueva Guerra Fría, así como sobre el encarecimiento de los productos agrícolas y energéticos, pero que, pese a eso, tiene la convicción de que sancionar a Rusia es un deber moral y, por lo tanto, es un precio que está dispuesto a pagar (como si la moral fuese una moneda de cambio).

Pues bien, usted, el adulto moralista y bien informado, el hombre de bien, quien aboga por la paz y por la libertad,  ha decidido apoyar al pueblo de Ucrania (o mejor dicho, frenar a Putin, porque a muchos neonazis ucranianos no creo que esté dispuesto a apoyar), poniendo una banderita celeste y amarilla en sus fotos de perfil, en su auto o en su bolso. ¿Qué quiere que le diga?

Primero: ¡Bravo!

Segundo: Un consejo. Corte la colita izquierda de la bandera (aproximadamente un cuarto), pues ello representará a las regiones de Donestk y Lugansk (y si quiere súmele a Crimea), cuya gran mayoría de habitantes se identifica más con el lenguaje y la cultura rusa que con un estado artificial como el de Ucrania.

Tercero: Para ser moralmente justo y no caer en hipocresía alguna (tal como dictan los complejos de santidad), agregue a la banderita rasgada de Ucrania la de los siguientes países (sólo por recordar algunos de los más recientes): Palestina (ocupada, expoliada y sometida por Israel a un sistema de neocolonialismo, apartheid y exterminio desde 1948 a la fecha), Siria (sometida a una guerra de agresión generada a partir de los intereses de potencias geopolíticas desde 2011 a la fecha), Yemen (sometida a una guerra de agresión por el wahabismo de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos desde 2014 a la fecha), Afganistán (sometido a casi 20 años de ocupación estadounidense que agudizó gravemente los conflictos étnico-religiosos), Irak (sometido a una invasión de Estados Unidos y sus aliados desde 2003 hasta la fecha tras el pretexto de luchar contra el terrorismo, exportar la democracia y eliminar armas de destrucción masivas que nunca existieron), Libia (sometida a una intervención militar de gobiernos occidentales, la cual sembró el caos y fragmentó un país que tenía el IDH más alto del norte de África), el pueblo Saharaui (engañado, violentado e invisibilizado en sus afanes de autodeterminación por la monarquía autoritaria de Marruecos y la cobardía de todo el espectro política de España, en complicidad con el sionismo y el imperialismo estadounidense)...

Esas son sólo algunas de las banderas que podría agregar. Por supuesto, no hace falta mirar al pasado, pues no acabaríamos nunca si nos dedicamos a enumerar los crímenes, torturas, atropellos y violaciones contra los Derechos Humanos y el Derecho Internacional que ha promovido Estados Unidos y Europa en todo el mundo periférico (con la complicidad, obviamente, de las clases dominantes y vendepatria de cada nación) a lo largo de la historia moderna. 

Pero, es cierto, no se puede pedir todo: el desarrollo y la paz (¡la civilización!) conlleva genocidios y censuras, empezando por la Conquista de América y llegando hasta la rusofobia, pasando por las Guerras Mundiales, el Holocausto y por dos bombas atómicas dirigidas contra la población civil de Hiroshima y Nagasaki. Pedir más sería un despropósito.

Bueno, para resumir, creo que junto a la bandera de Ucrania podría poner la de todos los países del mundo...o la de ninguno (aunque no la de los países autodenominados.primer mundistas, aunque sí la de algunos de sus movimientos de resistencia, ya sean sociales, étnicos o de género). Ojalá el espacio le alcance. 

Finalmente, y siendo realista, temo que pondrá, en un gesto de priorización (o arbitrariedad), la bandera del país que sus propios colores (o las opciones de Facebook) le sugieran (o dicten).

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