La problemática con la cual
Heidegger nos introduce a su obra "Ser y Tiempo" parece encauzada por
una radicalidad tan extrema que nos reclama realizar un ejercicio que vaya más
allá de lo exclusivamente intelectual. En efecto, cuando Heidegger señala que
retomará la pregunta que desde los griegos yace olvidada, esto es, la pregunta
por el sentido del ser, no sólo alude a su reiteración en clave reproductiva
sino, más que eso, a su necesidad y vigencia. Necesidad, por un lado, dada a
partir de la relevancia con que se constituye la ontología misma en su calidad
disciplinar: el cuestionamiento destinado a desentrañar las estructuras que
configuran lo real. Vigencia, por otro lado, dada paradójicamente por el
carácter de opacidad que ha recubierto el resplandor y la vibración de esta
pregunta originaria, la pregunta por el ser, a través de prejuicios acuñados en
la tradición filosófica.
Así, lo que Heidegger intentará manifestar a la hora
de plasmar esta necesidad y vigencia de la pregunta por el sentido del ser
consistirá, antes que todo, en ponernos en la tonalidad anímica, en la
disposición afectiva, propia de la radicalidad que la pregunta demanda. Por
ello no es casual que el Prefacio de "Ser y Tiempo" esté dedicado a
Platón y su estado de aporía tras no poder dilucidar lo que se comprende por el
ser: “Porque manifiestamente vosotros estáis familiarizados desde hace mucho
tiempo con lo que propiamente queréis decir cuando usáis la expresión ente; en
cambio, nosotros creíamos otrora comprenderlo, pero ahora nos encontramos en
aporía.” Y esta falta de casualidad se debe principalmente a que Heidegger, en
dicha frase seleccionada del Diálogo platónico "El Sofista", realiza
un juego no sólo enunciativo, sino también performativo: por una parte
anticipa, en un sentido literal, la pregunta que tendrá que ser retomada por él
mismo (sentido enunciativo) y, por otro lado, instala nuevamente la aporía en
tanto sentimiento correlativo de perplejidad o asombro ante la, hasta allí,
incapacidad de respuesta certera de tal pregunta (sentido preformativo). En
otras palabras, lo que ejecuta Heidegger en su Prefacio es un cierto vínculo
con el mundo griego como origen de la problemática que abre y fundamenta la
ontología (la pregunta por el ser), pero también realiza un intento de volver a
hacer vibrar a la aporía misma y a su correlato anímico, o sea, a la
perplejidad o el asombro. Esto se debe a que una tarea tan radical como la emprendida
por Heidegger rebasa con creces la mera discursividad de un "decir algo
sobre algo", de describir una situación o estado de cosas en el mundo con
la lejanía de quien meramente teoriza sobre ello. Puesto en lenguaje
heideggeriano: no se trata sólo de un hablar más de un fenómeno común en clave
intramundana, sino de encarnar con la seriedad merecida la pregunta más
originaria y abarcadora de todas, la pregunta fundamental de la ontología, es
decir, de ponerse uno mismo en juego, arrebatado por la perplejidad, ante la
pregunta por el sentido del ser. Pregunta de respuesta huidiza, problemática,
aporética, pero sin la cual el Dasein sólo estaría condenado a una vida de
inautenticidad y de mera banalidad. Por lo mismo, la pregunta por el ser no está
nunca dada de antemano, sino que se debe conquistar: para que el Dasein vibre
asombrado por ella debe imponerse, por sobre la comodidad de la cotidianeidad,
el sentido de inseguridad y horror radical en la pregunta total que conjuga el
existencialismo con la ontología: ¿por qué el ser y no la nada? Sólo así,
barajando la falta de necesidad de la propia existencia, la fragilidad del sinsentido,
podemos acceder al estado de perplejidad aporético que reclama la pregunta por
el ser en tanto encarnación de ella.
2 comentarios:
Estimado Aldo,
Me da gusto leerte. Espero que te encuentres bien.
Acabo de enviarte un correo. Tengo una invitación para ti.
Un abrazo.
CFCA
Estimado Carlos,
Me alegro mucho que resurja el grupo de humanistas formado al alero de la Academia.
Nos vemos pronto.
Un abrazo para ti también.
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