"Las espigadoras" (1857) de Millet. |
La declinante luz del atardecer se desliza por sobre el
cuadro como queriendo abrazar la totalidad de la representación. A lo lejos,
resaltando del horizonte, se elevan los montes de trigo que más de algunas
manos cansadas han erigido. Más allá, hacia la derecha, emerge la geométrica
solidez de unas casas cuyos propietarios, amenazantes hasta en su ausencia, se
jactan de habitar. Un poco más cerca un hombre a caballo controla a distancia
el buen rumbo del trabajo. El telón de fondo de la escena se completa con una
frágil carretilla sobrecargada, tal cual si fuese la metáfora casual del
ambicioso deseo de acumulación de esos terratenientes que gozan de los frutos
extraídos gracias a la explotación del pueblo. Y finalmente, en primer plano,
nuestras heroínas: allí están las espigadoras, inclinadas al compás del
reiterativo trabajo que curva sus espaldas.
La significación de esta obra plantea como elemento central
los mensajes de denuncia y resistencia. Se trata de una denuncia a los procesos
de explotación propios del trabajo campesino en un contexto de masificación,
del cual el quehacer monótono, el esfuerzo inhumano y la fatiga irremediable
son el testimonio de una injusticia sin nombre. Pero también se trata de una
resistencia de ese otrora tipo de vida, del ethos cultural campesino, que viene
a verser erosionado por los acontecimientos históricos que marcaron la época en
que Millet desarrolló su arte: la consumación de la Revolución Industrial del
siglo XIX. En efecto, dicha Revolución trajo aparejada una clara precarización
del trabajo, la cual se caracterizó por transformar a los sujetos trabajadores
en meros engranajes de la máquina de producción capitalista. Esto conllevará
una enajenación tal que el trabajador, al ser forzado a abordar su trabajo con
miras a la mera optimización de las ganancias de otro, se ve imposibilitado de
proyectar su “interioridad” subjetiva en los procesos productivos. Y dichas
espigadoras, vigorosas ante la adversidad, se sitúan en el áspero tránsito
entre el antiguo modo de producción, capaz de propiciar un contacto simbólico
de los trabajadores con la tierra, y el nuevo, aquel que enajena el sentimiento
de identificación del trabajador con su trabajo. Las espigadoras, de esta
manera, son el aún resistente testimonio de denuncia de un mundo que
inexorablemente devendrá en ruinas debido a la irrupción de un capitalismo
exacerbado.
2 comentarios:
Magnífica interpretación de una sociedad injusta abrazada por el capitalismo voraz,donde en éste caso la explotación de la mujer es revelada en un bellisimo cuadro!
Justamente, querida Elsa. Millet retrata con una sensibilidad hermosa lo despiadado de las prácticas capitalistas de producción. Un beso.
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