Se ha escrito mucho sobre la identidad de la Grecia Antigua
como una cultura de la exterioridad. Una cultura donde el héroe se encuentra
motivado por energías trascendentes a su propia personalidad individual: por
energías que siempre guardan relación con la mirada de los otros que configuran
el nosotros, con la mirada de una tradición venidera que lo recordará con
orgullo más allá de su muerte o, en su defecto, que se olvidará de él producto
de lo vergonzoso de sus acciones fracasadas. Las epopeyas de Homero así lo
reflejan. En “La Ilíada” la virtud está en el honor: las muertes de Aquiles y
Héctor, por ejemplo, se torna prestigio asegurado en la larga memoria de los
hombres; la areté del guerrero, la valentía, es la que prima sobre toda la
obra. Por otra parte, en “La Odisea” es la areté del hombre ingenioso, el
cálculo creativo aplicado a solucionar un problema real, lo que prevalece en
tanto digno de admiración. De este modo, ambas obras no sólo condensan los
valores más altos de la tradición oral precedente, sino que además se proyectan
como los manuales de educación que fundarán Occidente. Y todo a partir de una
cultura del reconocimiento basada en la mirada del nosotros en tanto comunidad.
Me parece que en la sociedad actual la tendencia ha sido a
permutar el reconocimiento arraigado en una comunidad de valores -como en el
tiempo homérico- por la mera fama de caras vacías, por la respetabilidad de
anónimos. De ahí la importancia que se le otorga a la fama en estos tiempos. La
condición suficiente de ser famoso significa meramente ser conocido pese a
estar vaciado de contenido sobre la comprensión del sentido profundo que nos
llevó a destacar, o sea, ser un otro para unos otros. La fama, en consecuencia,
no tiene valor alguno más que el de andar en boca en boca, como un flujo de
aire desprovisto de todo significado. Lo que realmente interesaba a los griegos
no era la fama, sino la gloria: el reconocimiento que solamente se logra por
medio de la admiración de los pares, del nosotros, de todos aquellos que han
construido la memoria pública de la polis hasta la eternidad.
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