La mayoría de las veces tendemos
a creer de un modo bastante simplista que las ciencias avanzan progresivamente
en su labor fundamental, esto es, en la tarea de develar el conocimiento de eso
que solemos a llamar realidad. Así, nos reímos de la añeja física aristotélica
en comparación a la física inaugurada por Galileo y consolidada por Newton. A
su vez, también nos causa cierto cándido rubor el comparar tan sólidas y a
primera vista incuestionables teorías contemporáneas, como por ejemplo la teoría
darwiniana de la evolución, con otras visiones antropológicas que han quedado
sepultadas bajo los cafés derramados en mesas trasnochadas.
Sin embargo, no hay que olvidar
algo que nos enseñó Kuhn poco más allá de mediados del siglo pasado: el
conocimiento científico no progresa de modo acumulativo, sino de manera
resignificativa. Esto quiere decir que la ciencia posee paradigmas inconmensurables
entre sí. De esta forma no habría una relación de inferioridad por parte de la
física aristotélica en comparación con la física de Galileo puesto que la
primera yacería inmersa en un contexto epocal “onto-teleológico”, es decir,
donde los objetos eran estudiados de acuerdo a sus propiedades esenciales y a
sus posibilidades metafísicas de orden natural. En contraste, la física de
Galileo introducirá la matematización de la realidad puesto que el contexto
histórico del Renacimiento abogaba por un “deseo de exactitud” sobre los
objetos estudiados con la intención, ya incipientemente proclamada en esta
temprana modernidad, de dominar y transformar el curso de la naturaleza.
Así, porque las significaciones
otorgadas a un fenómeno dependen del paradigma contextual en el cual dicha
fenómeno se inscribe, Kuhn es capaz de afirmar que el conocimiento se
resignifica dependiendo de la época y
cultura en que es investigado y de las funciones que cumple en determinada
sociedad, siendo imposible tildar de inferior o superior la cantidad y calidad de
conocimiento entre diversas épocas y paradigmas. Y si no puede haber juicio
entre distintos paradigmas epocales se debe a que, junto con no existir un punto
de comparación lo suficientemente neutral desde donde emitir el juicio, todo
conocimiento se encuentra anticipadamente historizado y politizado, dependiente
de la visión de mundo que la sociedad instaura. En efecto, no es casualidad que
el darwinismo haya tenido su auge en plena sociedad liberal inglesa. Al ser una
teoría que sostiene la primacía de un modelo
sin modelador y a plantearse en oposición a las ideas religiosas basadas en un paradisíaco
punto final hacia el cual presuntamente habría de dirigirse la Historia
hermanada con la Divina Providencia, viene a representar el correlato
biologicista de toda una cosmovisión política consistente en la pasión por la
idea de progreso indefinido.
Bueno, quizás al final hasta el
mismo conocimiento sobre la realidad sea esclavo de su tiempo. Pero esta última
reflexión ya no es conocimiento de la realidad, sino apreciación fatal de la
tragedia propia del determinismo histórico.
2 comentarios:
La aplicación de la frase "todo es relativo" se hermana totalmente al análisis de la objetividad resultante del tiempo o época en que se analiza!Gracias Aldo,Excelente!!
Chócale, Elsita querida! Yo también soy un relativista y un escéptico. Un beso absoluto para ti!
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